Aromas de frutas ribereñas unidos a infinitos olores. Granos hilvanados a mil tonalidades. Sabores enganchados a los recuerdos de antaño. Caldo redondo de finura
equilibrada, vino fresco abrazado al paladar y racimos madurando bajo la fertilidad de las hojas. Allá, al fondo, el monasterio, que en medio de la campiña irradia fecundidad.